Doppelgänger

Hola, hoy traigo un cuento que escribí a los 17. Lo he dejado tal como está y hasta ahora sería lo único que he escrito y finalizado (tenía ideas de como continuarlo, pero ninguna me encantaba en especial).
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En el andén la gente se encuentra abrigada de manera que parecen percheros, se asoman las narices rojas entre las bufandas y quienes no corren con la misma suerte se esconden tras el cuello de sus chaquetas, teniendo pequeños espasmos por el frío que parece haber impregnado la estación. Todos reunidos con un mismo objetivo: esperar el próximo tren a la capital.

Se escucha un sonido a lo lejos, se bajan las barras de seguridad al mismo tiempo que se siente la felicidad en el ambiente del poder entrar a un lugar más cómodo. El tren para en la estación, abriendo sus puertas, inmediatamente la gente se abalanza sobre esta y son los menos quienes darán la pelea por salir. Junto con esta, subo al vagón. Una pequeña sacudida se siente y vuelve a la marcha.

Fijo mi mirada en la ventana: Detrás de esta corrida de árboles, se abre una llanura. Las nubes trepan las colinas, tapando la cordillera formando un hermoso cielo nublado. Una obra de arte el cómo se forman las nubes, terminando en espirales que reflejan su movimiento. Lamentablemente una fotografía no podría captar la grandeza que a lo largo de los cordones cordilleranos que van siendo devorados por las pacíficas nubes. Aprecio mucho el paisaje que se ve en la mañana; sobre todo uno con nubes. Estas definen el día, lo llenan de color. Sin embargo este hermoso amanecer, no significa nada para mí. Porque no soy nada, me encuentro flotando en un vacío eterno.

¿Cuántas veces hemos vivido el mismo día? He caído en la rutina, en lo monótono. Es más triste decirlo cuando aún me considero joven-28 años-o quizás no soy tan joven como creo y solo me estoy idolatrando para aumentar el poco ego que tengo. Aun así, no tengo sueños ni metas que seguir. Ninguna motivación para cambiar la rutina. Lo acepto, no es como si pudiera enojarme por no ser alguien con ideales. No lo soy, pero igualmente hay un pensamiento que aparece en mi mente, como si fuera un visitante casual: mi frustración frente a lo mediocre que soy. Es como si yo mismo me hubiera tenido mayores esperanzas, que sería alguien más vivo o que incluso puedo llegar a serlo. A pesar de ello, no levantaré ni un dedo por conseguirlo. Eso lo tengo claro, así soy yo.

Estación central. Entre toda la gente moviéndose en busca de la movilización a su trabajo, me encuentro bajando las escaleras en sus misma condiciones con dirección al metro. Esta situación es, sin duda, similar a un río: las personas bajan al mismo ritmo y sin tropezar unas con otras, pero pareciese detenerse al llegar frente a la caseta, para pasar la tarjeta bip, y así una vez enfrentado este obstáculo la corriente sigue. El metro llega y con ello algo peor a lo sucedido en el tren: un mar de gente que se empuja para entrar, buscando cualquier pequeño espacio que pueda ser aprovechado. Las puertas se cierran y sin importar las veces que he pasado por esto, aun me es desagradable experimentar ese calor humano que se emana y ese roce que se genera con quienes se hallan a tu lado.

Lo peor es que al bajar de aquí, no me siento a gusto tampoco, sabiendo que "la pega" que me encontré hace ya unos tres años y en la cual aún sigo, ¿Quién diría que desperdicie 5 años de estudio para terminar en un Call Center? El chiste se cuenta solo. La voz de una mujer suena por los altavoces repitiendo: "Estación la Moneda". Con un gran esfuerzo me enfrento a la gente que intenta subir. Y en verdad, cinco años para nada, un completo despropósito. Siento haber tirado toda mi vida de estudiante al basurero. ¿De qué sirve estudiar si al final no vas a vivir de ello?, A fin de cuenta vives de la oportunidad que se te presenta. De haber sabido que terminaría así, hubiera aprovechado ese tiempo con mis "conocidos"... Personas a las que no me siento con el derecho de llamar "amigo", siendo que nunca he sentido tal conexión. En realidad miento, si hubiera sabido que terminaría así, no habría cambiado mi forma de ser. Lo habría aceptado, al igual que lo acepto ahora.

Ante mí se impone mi perdición, un edificio de concreto sin gracia alguna, con un diseño simple igual de monótono que su ocupación de oficinas. El trabajo en sí es molesto, escuchar los reclamos y puteadas de la gente no me hace mucha gracia. Pero no me afecta tanto; al contrario, he tenido colegas que han llegado a derramar lágrimas ante tales abusos que tienen los clientes. Cuál es la razón por la que sigo aquí, aparte de mi mediocridad y la costumbre; Carol, la chica del box de enfrente. Una chica de melena castaña color miel, con un sutil lunar cerca del ojo. Tiene una belleza sutil, sencilla, pero no por eso me atrae, sino que ella cambia el ambiente. Al entrar pareciera que irradia de color la sala. ¿O solo yo siento eso? Lo más seguro es que no note mi mera existencia. Nunca he hablado con ella, no he tenido el valor de hacerlo. Si pudiera hacerlo, ¿De qué le hablaría? ¿Sobre el tiempo? Es muy mundano como para hacer una conversación interesante y detesto ese tipo de temas, tan vacíos y sin propósito.

En estos pensamientos me voy todo el día, pero no hago nada por cambiarlos. No he hablado hoy con ella tampoco. Nada ha cambiado. En la estación del metro la veo, nunca antes la había visto aquí. ¿Es acaso esto una señal? La veo acercarse a un hombre, nunca escuche que tuviera pareja. Siento un vacío en el pecho, es el miedo a ser rechazado sin siquiera haberme confesado. Luego los dos se separan, y Carol se dirige hacia mí. Al pasar se despide meciendo su mano simpática. "Adiós Adrián" ¿¡Adrián!? De donde saco que ese era mi nombre, si nunca hemos hablado. Me causo tanta extrañeza que no le devolví el saludo. Una oportunidad perdida. No me lo puedo sacar de la cabeza ¿Adrián? No tiene ningún parecido con Tomas, en absoluto. Y fue en ese instante en que me di cuenta que en el andén de enfrente se encontraba sentado un tipo de piel mate, pelo castaño, largo y desordenado. En su rostro alargado se veía claramente una nariz un poco respingada y delgada, con una barbilla marcada. No lo podía creer.

...Era yo.


Henrietta Harris - BOOOOOOOM! - CREATE * INSPIRE * COMMUNITY * ART * DESIGN * MUSIC * FILM * PHOTO * PROJECTS


Recuperé el cuento de wattpad, lo tenía guardado como un borrador ya que nunca me digne a publicarlo debido a que ocupaba esta imagen como portada y no era de mi autoria. Segun pinterest el arte es de Henrietta Harris aqui dejo sus enlaces:

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